Una vez más hemos vuelto a darle otra vuelta completa al Sol y para no faltar a la tradición he realizado mi selección de las fotografías más interesantes de este 2022. Este año he abandonado el formato pdf por el vídeo que quizás sea más cómodo de ver. Espero que os guste y ojalá que todos nos encontremos dentro de otra vueltecita a nuestra estrella. Feliz 2023.
Dícese del aparato fotográfico que se coloca bajo el objetivo de la ampliadora para establecer el tamaño de la copia,sus proporciones y mantener plano el papel.
miércoles, 28 de diciembre de 2022
miércoles, 7 de diciembre de 2022
Córdoba, una ciudad de postal
lunes, 28 de noviembre de 2022
Córdoba en sus plazas 1962-1986
martes, 25 de octubre de 2022
Los Cristales de Pozoblanco
Son un conjunto de fotografías excepcionales, realizadas, en su mayoría en el año 1905, por un fotógrafo aficionado desconocido. Su importancia no radica en la calidad técnica de las imágenes, tomadas con una modesta cámara tipo veráscopo de negativos de pequeño formato de 4x4cm, ni en la calidad visual de las mismas, sino en la curiosidad del fotógrafo. Este dirige su cámara hacia motivos y temas que, por desgracia, los fotógrafos de la época no solían hacer: la vida cotidiana de los pueblos. Ahí radica el gran interés de este reportaje que capta los pequeños hitos del día a día del pueblo, retratando sus fiestas populares, un partido de fútbol, la salida de misa, escenas sociales o incluso la llegada del ferrocarril. Un documento histórico de incalculable valor para la localidad conservado en estas pequeñas placas de cristal y que el Ayuntamiento ha sabido valorar y adquirir.
La exposición, comisariada por el historiador José Luis González Peralbo, el periodista Félix Ruiz Cardador y el fotógrafo Rafael Sánchez Ruiz, muestra en la coqueta sala de La Besana de forma didáctica el principio 3D. Además, recrean varios visores, cuentan con numerosos textos explicativos y una nutrida selección de piezas estereoscópicas de época de la impresionante colección de Juanma Fernández. Un auténtico lujo para Pozoblanco y que, ojalá, sea un ejemplo para otras localidades de la provincia.
José García Córdoba, el fotógrafo de la visita de Isabel II a Córdoba en 1862
Puerta de los Gallegos, 1868. JGC. BMC. |
Uno de los trabajos fotográficos más importantes de la Córdoba del siglo XIX es el que realizo el retratista José García Córdoba (Écija 1832-Córdoba 1878) en 1862 con motivo de la visita de la reina Isabel II a la ciudad. Estas conocidísimas fotografías, que en 2022 cumplen 160 años, se conservan en el Archivo y la Biblioteca Municipal de Córdoba. Las de esta última insertadas en el libro La Corte en Córdoba: reseña histórica de la recepción y estancia de SS.MM. y AA. en la provincia de Córdoba en 1862. Una obra del cronista de la ciudad Luis Maraver y Alfaro que narró los preparativos y la estancia de la familia real en ciudad. Se trata de un bellísimo manuscrito copiado a mano por el propio cronista y del que, además del conservado en la biblioteca cordobesa, se le regaló otro ejemplar a la reina y que hoy se conserva en las colecciones de Patrimonio Nacional. Un título del que, además, se edito una versión impresa, pero esta ya sin imágenes.
No obstante, ninguna de las fotografías se encuentra firmada por su autor y la única referencia de la misma son los registros conservados por el Archivo Municipal, que se los adjudica a José García Córdoba. Una autoría que no reconoce Patrimonio Nacional en el registro de su ejemplar, porque además en ninguno de los tomos existe ninguna referencia al autor de las imágenes. De hecho, Maraver y Alfaro solo realiza una alusión fotográfica en su relato y esta no cita a ninguno de los dos fotógrafos que cubrieron la estancia de Isabel II en la capital cordobesa: Charles Clifford (fotógrafo de la casa real) y García Córdoba.
“Como no había un incidente que no estuviese previsto por el Sr. Marqués, aprovechó este momento para suplicar a S. M. le permitiese eternizar tan honrosa visita por medio de la fotografía, y obtenida la real venia, quedaron cumplidos un momento después los galantes deseos del dueño de la Casa, por medio de una máquina fotográfica colocada al efecto y con antelación en sitio conveniente.”
Hoy día, esta instantánea no es totalmente desconocida, tanto entre los reportajes de García como en el de Clifford. Para quien no conozca las fotos de José, se trata de un reportaje documental que en 24 tomas retrata diferentes vistas de la ciudad, incluyendo las imágenes de la puerta efímera construida en Puerta Nueva para la entrada de la comitiva real y de la feria celebrada en honor de la reina en los llanos de la Vitoria.
Campo de la Merced y torre de la Malmuerta, 1868. JGC. BMC. |
Se trata de un grupo de fotografías urbanas bastante tempranas y son las más antiguas que han llegado a nuestros días realizado por un autor local. Las copias, de buen tamaño 17X11,5 cm, están realizadas sobre papel a la albúmina y son de muy buena calidad fotográfica. El trabajo muestra la pericia técnica de García Córdoba, capturando en muchas de sus vistas a diversos personajes y tipos de la ciudad por sus calles. Un gran logro en un momento en que la sensibilidad de los negativos y la luminosidad de las cámaras era muy precaria para conseguir detener el movimiento de una persona, no ya andando por la calle, sino simplemente parada. No obstante, llama la atención que en muchas fotografías existe un problema generalizado de nitidez. Un fallo que siempre aparece en la zona central de las imágenes, quizás achacable a la falta de presión en las prensas de copiado. Mientras, casi 160 años después, el estado de conservación de todas las copias es óptimo, pese a encontrarse en un entorno hostil como el del cartón de sus soportes, en el caso de las copias del Archivo Municipal, y las páginas de papel del libro, ambos de una agresiva acidez con los materiales fotosensibles.
Iconográficamente se trata de un conjunto excepcional, ya que muchas de las imágenes muestran espacios urbanos de los que no nos han llegado más imágenes que las de José. Es el caso de la vista de la Puerta de los Gallegos, los llanos de la Merced, los jardines del Alcázar, o las vistas del trazado ferroviario de la ciudad. Sin embargo, es reseñable como José no incluye ninguna fotografía de la Puerta del Puente o del interior de la Mezquita. Algo muy complejo por la oscuridad del interior del templo y que requería de tomas de hasta media hora de exposición con negativos al colodión húmedo. Esta carencia es reparada por el retratista que incluye una fotografía de un grabado del Mihrab de F. Arzau.
En mis investigaciones, siempre he dado credibilidad a los datos de autoría del archivo cordobés y me ha sorprendido no haber encontrado ninguna copia más del reportaje, especialmente en algún formato comercial. Estamos ante un gran hito histórico de la ciudad y es muy raro que García Córdoba no realizara alguna edición comercial del reportaje para su venta. Además, de las numerosas fotografías que han llegado a nuestros días del fotógrafo ecijano, la inmensa mayoría son retratos. Una disciplina de la que fue un consumado maestro que lo convirtió en el retratista de la élites de la ciudad. Aunque también fue un muy popular entre las clases modestas gracias a retratos de personajes tan icónicos de la Córdoba de su tiempo como el del célebre bandido Pacheco, que posó muy altivo para su cámara armado con su pistola al cinto.
Esta duda razonable sobre la autoría del reportaje por fin la he podido despejar, tras encontrar dos noticias en la prensa cordobesa de la época relacionadas con sus fotografías y que, de forma sarcástica, critica el penoso estado de diferentes zonas de la ciudad. El 11 de octubre de 1862 Diario de Córdoba:
“Un fotógrafo se ha encargado de sacar veinte y cuatro vistas de los paisajes y monumentos más notables de esta población. Suponemos no se habrán echado en el olvido las renombradas casitas de la calle Concepción. ¿Se puede dar cosa más notable?”
Cinco días después en el mismo diario y en la misma sección nos desvela a su autor:
“Entre las vista notables de Córdoba, de que ayer hablábamos, ha olvidado el señor García ciertos monumentos, cuya celebridad se extiende ya de polo á polo…“
La noticia alude claramente al señor García. Un fotógrafo que no puede ser otro que José García Córdoba, único profesional local en ese momento en la ciudad con este apellido. De hecho, José se había instalado en Córdoba en abril de 1860 (1), abriendo gabinete de pintura y fotografía en la calle del Silencio esquina a plaza de las Doblas, hoy calle del conde de Torres Cabrera. Un local donde ya ofertaba los célebres retratos de formato tarjeta de visita al nada desdeñable precio de 50 reales la docena y de los que fue uno de sus introductores en la ciudad. Durante sus primeros meses de estancia en Córdoba, el retratista simultáneo la galería cordobesa con la de su localidad natal (2), donde había trabajado con la técnica del daguerrotipo (3). No obstante, en nuestra ciudad, además de la técnica de Daguerre y Disderi, trabajo todo tipo de copias sobre papel, cristal (ambrotipos), marfil, estereoscópicas y, por su puesto, los retratos al óleo, como pintor que era. Una disciplina que compaginó con la fotografía, así como con la labor docente en Escuela de Bellas Artes de la ciudad, donde ejerció como profesor de una de las cuatro secciones de dibujo de figura y de la cátedra de adorno.
Durante casi dos décadas, García Córdoba fue el fotógrafo de referencia en la ciudad. Tras su fallecimiento, en 1878, su estudio pasa a manos de su ayudante Miguel Bravo (Córdoba 1853-Córdoba ¿1905?). Este, durante décadas, mantuvo en su galería la frase publicitaria: Miguel Bravo, sucesor de García Córdoba. Esta referencia será una constante en su obra hasta finales de siglo, síntoma inequívoco del tremendo prestigio del que disfrutó José durante su extensa carrera y que, aún hoy día, es reconocido tanto por los especialistas como por el público.
(1)1860.04.10 La Alborada.
(2)1860.09.30 La Alborada. El rotativo cordobés da noticia del viaje a Écija del fotógrafo y del éxito de su galería entre sus paisanos.
(3)1860.05.22 La alborada. García Córdoba vende un cámara al daguerrotipo.
martes, 6 de septiembre de 2022
Madama Lorichon o Joaquina Mayol: Primera fotógrafa andaluza
En la actualidad, en el mundo de la fotografía cada día hay más compañeras fotógrafas. Aunque en algunas disciplinas, como el fotoperiodismo, su presencia aún es escasa. Sin embargo, desde el mismo nacimiento de la fotografía hubo fotógrafas en nuestro país. Y eso en un tiempo en el que el papel reservado a la mujer solo era el de madre, esposa o hija. A pesar de ello, la fotografía fue un espacio profesional sin igual para la mujer del siglo XIX. Bien es cierto que la mayoría de estas pioneras eran profesionales foráneas, como el caso de la suiza Madama Fritz que, en 1844, ya realizaba retratos al daguerrotipo por media España. No obstante, solo unos años después, ya podemos encontrar por casi todo el país a las primeras fotógrafas locales.
En Andalucía, desde hace unas décadas el honor de ser la primera retratista andaluza recaía en la almeriense afincada en Jaén: Amalia López Cabrera (Almería 1838-Madrid 1895). Sin embargo, como tantos otros descubrimientos en el mundo de la fotografía, esta distinción ha quedado obsoleta tras distintos estudios que, ahora, honran a la fotógrafa malagueña Madama de Lorichon o Viuda de Lorichon. Este es uno de los apellidos más ilustres de la historia de la fotografía en España. Pero tras el apellido Lorichon encontramos hasta a tres fotógrafos. El iniciador de la saga es el francés Enrique Lorichon y Jompy (Belabre 1800-Santander 1862), impenitente viajero que se instala por primera vez en España en la ciudad de Barcelona, en 1833, como miniaturista y litógrafo y, a partir de 1848, como daguerrotipista. Enrique viajará ofreciendo sus placas por casi toda la geografía española. En 1854, se traslada a Málaga, donde crea su propia galería de retrato, que posteriormente queda al cargo de su hijo Eugenio Lorichon Morelle (Bruselas 1827-Málaga 1859).
La maestría fotográfica de Enrique en la realización de todo tipo de retratos la transmite a su hijo Eugenio y este, a su vez, a su esposa: la malagueña Joaquina Mayol Bazo (Málaga 1830-1915) o, según las grafías, Joaquina Mayor Baro (1), con la que contrae nupcias el 23 de septiembre de 1855 (2) y que es la mujer tras la firma de Viuda o Madama de Lorichon. El matrimonio de Joaquina fue breve, ya que Eugenio fallece cuatro años después: el 14 de septiembre de 1859, aquejado de tisis. Durante este lapso no se conocen referencias de que Joaquina colaborara con su esposo y solo es apenas un año después de la muerte de Eugenio cuando, por un anuncio en la prensa malagueña, conocemos que Baro se hace cargo del estudio familiar. En esta nota publicitaria del 5 de agosto de 1860 en El Avisador Malagueño, la fotógrafa promociona su galería como “Retratos fotográficos por Joaquina Mayor de Lorichon”. Este anuncio es muy explícito y lo tomamos como clara referencia de su actividad fotográfica con su nombre.
“Retratos fotográficos por Joaquina Mayor de Lorichon.
Se hacen con la perfección de siempre y a precios arregladísimos, sobre papel, marfil, hule, cristal y estereóscopo. Calle Calderería, num. 5, cerca del correo, a todas horas y en todo tiempo”.
Una noticia que desbanca a la almeriense Amalia López como pionera nacida en Andalucía. De esta retratista se habían marcado sus inicios fotográficos a partir del año 1860, pero sin ningún tipo de dato contrastable y basándose en referencias totalmente subjetivas. De hecho, la primera noticia hemerográfica conocida del estudio de Amalia está fechada muy posteriormente, en el año 1866, y en esta, ni siquiera aparece su nombre, tan solo la dirección de su estudio. Por el contrario, la primera información de Joaquina, como hemos podido comprobar, si se remonta a 1860. Pero, además, el texto del anuncio de Mayol afirma que los retratos se hacen con la perfección de siempre, es decir que Joaquina domina la compleja técnica fotográfica decimonónica. Esta requería de muchos meses para dominar los distintos procesos y emulsiones que enumera la Lorichon en la prensa. Por lo que, como mínimo, Joaquina tuvo que aprender la profesión tras el fallecimiento de su marido en 1859, teniendo como profesor a su suegro o incluso anteriormente con su marido. Algo muy habitual, porque los estudios decimonónicos eran pequeñas empresas familiares, en las que esposas, hijos e hijas participaba en las diferentes tareas de la galería fotográfica. Unos datos que nos permiten concluir con rotundidad que, a fecha de hoy, Joaquina Mayol Bazo, Viuda o Madama de Lorichon, posee el honor de ser la primera fotógrafa andaluza de la historia.
En la actualidad, son más de una decena las muestras del trabajo de Baro que hemos podido estudiar. Todas ellas son retratos de estudio en el popular tamaño de tarjeta de visita. Un formato que, a partir de negativos al colodión húmedo, usaba el finísimo papel a la albúmina y que se pegaba sobre un cartón ligeramente mayor a la copia para darle solidez. Los fotógrafos imprimían en ellos su firma y otros datos de su galería, tanto en la cara del cartón como en el dorso. En los de Joaquina, junto a su domicilio de la malagueña calle Calderería 5, aparecen, según las piezas, dos firmas diferentes: Viuda de Lorichon o Madama de Lorichon. Otra prueba de la autonomía profesional de Bazo sobre su suegro, quien tras unos meses en los que ayudaría con el negocio a su nuera, vuelve a abandonar la capital malagueña para instalarse en Murcia en 1860. Pero Joaquina no renuncia profesionalmente al apellido de su marido, como era muy habitual en el siglo XIX, ya que era una marca reconocida y garantía de calidad en el ámbito fotográfico.
Los retratos de Mayol son de una buena factura técnica y destaca el elevado número de fotografías realizadas con un encuadre de busto. Una toma de primer plano del modelo que es poco habitual en los primeros años de vida de este formato, ya que requería de una gran destreza técnica para evitar el movimiento del personaje y conseguir una óptima definición del rostro. No obstante, sus composiciones de cuerpo entero también denotan un gran dominio de la pose y la iluminación con las que consigue retratos de gran elegancia y factura técnica.
Sin duda, un papel profesional muy destacado para una mujer en la España de 1860, que además ya no es una fotógrafa de origen extranjero, sino de una andaluza. Así, la malagueña logra una importante visibilidad social desde su estudio fotográfico. Un protagonismo que se hace aún más patente en la capital de la Costa del Sol, en el año 1862, cuando la fotógrafa participa con sus trabajos en la Exposición Provincial de Industria y Bellas Artes organizada por la Asociación de Amigos del País de Málaga. Esta muestra fue inaugurada por la reina Isabel II y la Familia Real al completo con motivo del viaje regio a Andalucía de ese año. En ella, Madama de Lorichon cosechó un importante éxito, al conseguir con sus fotografías una medalla de bronce en el apartado de Bellas Artes, sección donde competía con todas las disciplinas plásticas y que nos reafirman en la valía artística de Bazo.
Por los datos que conocemos, la carrera fotográfica de Joaquina se prolonga entre 1860 y 1865, última referencia que, por el momento, se ha encontrado de la retratista malagueña con su inclusión como profesional en la Guía de Málaga de ese año. Una fecha en la que Joaquina traspasa su estudio de la calle Calderería al fotógrafo francés Edmundo Mulchor, quien al año siguiente lo traspasa a su vez al retratista malagueño Joaquín Sánchez. Tras abandonar su galería en la capital malagueña, perdemos la pista de Bazo, que reaparece fugazmente en la localidad almeriense de Cuevas de Almanzora, probablemente unos meses después de abandonar Málaga. En esta localidad trabaja como retratista ambulante el formato tarjeta de visita, atraída, con mucha probabilidad, por la riqueza minera de esta comarca del levante andaluz o quizás, simplemente, de paso hacia otra localidad mayor, en una carrera de retratista itinerante emulando a su suegro.
No obstante, los padrones malagueños nos devuelven noticias de la retratista a partir del año 1880, donde aparece siempre como viuda y propietaria. Un estatus social y económico muy superior al de una sencilla profesional independiente y que nos permite apuntar los orígenes familiares de Joaquina, ligados a la alta burguesía de la capital malagueña. Una posición que, entre otras, le permitió dedicarse a actividades filantrópicas, siendo, por ejemplo, la primera mujer en formar parte de la junta directiva de la Cruz Roja de Málaga. Unas circunstancias que, quizas, explicarían el temprano abandono de su actividad como fotógrafa.
Notas:
(1) Los apellidos de Joaquina aparecen reproducidos, tanto en los registros oficiales como en la prensa, con pequeñas variaciones, erratas y diferentes interpretaciones de la ortografía, como Mayol o Mayor y Bazo o Baso. Nosotros tomamos los apellidos que aparecen en los registros oficiales, que nos merecen algo de más fiabilidad, aunque por estos datos apenas sea reconocida y estos también era común que contuvieran errores.
(2) Muy propio de la época es el registro del matrimonio en el padrón, donde el marido aparece en el apartado de profesión como artista, pero el modelo registra ni tan siquiera imprime la opción laboral para las mujeres.
Bibliografía, hemerografía y archivos:
-FERNÁNDEZ BOLEA, Enrique. Relatos fotográficos de Almería en el siglo XIX. Luces en la historia. Arráez Editores. Cuevas de Almanzora, 2018.
-FERNÁNDEZ RIVERO, Juan Antonio. Historia de la fotografía de Málaga durante el siglo XIX. Málaga: Miramar, 1994.
-FERNÁNDEZ RIVERO, Juan Antonio y GARCÍA BALLESTEROS, María Teresa. Tras los pasos de Lorichon. Málaga: Blog Colección Fernández Rivero, 2018.
-GARCÍA FELGUERA, María de los Santos y MARTÍ BAIGET, Jep. “Barcelona i la daguerrotípia”. En: El Daguerreotip. L’inici de la fotografia. Barcelona: Ajuntament de Barcelona-Arxiu Fotografic de Barcelona, 2014.
-GONZÁLEZ PÉREZ, Antonio Jesús. Andaluzas tras la cámara. Almería: Centro Andaluz de la Fotografía, 2021.
-LARA MARTÍN-PORTUGUÉS, Isidoro y LARA LÓPEZ, Emilio L. La memoria en sepia. Historia de la fotografía jienense desde los orígenes hasta 1920.
-RODRÍGUEZ MOLINA, Mª José y SANCHIS ALFONSO, José Ramón. Directorio de fotógrafos en España 1851-1936. Valencia: Archivo General y Fotográfico de la Diputación de Valencia, 2013.
-Actas de la Sociedad de Amigos del País de Málaga del 19 de julio de 1863.
-El Avisador Malagueño.
-Padrones municipales de la ciudad de Málaga.
-Registros de defunción.
-Registro matrimonial.
viernes, 20 de mayo de 2022
Las postales cordobesas de PZ, Photoglobe Zurich.
Entre los pioneros de la edición de postales cordobesas, una de las colecciones más bellas es la de la suiza Photoglobe Zúrich. Sus cartulinas, circuladas desde el año 1904, son célebres en la ciudad y tienen la particularidad de que la misma cartulina la podemos encontrar impresa en blanco y negro y en color. Y es que PZ fue una de las primeras compañías europeas en producir postales en color. Sin embargo, era un cromatismo falso, ya que las fotografías eran en blanco y negro. Hay que recordar que el primer sistema fotográfico comercial en color, el autocromo, inventado por los hermanos Lumiere, no se comercializó hasta 1907 y las primeras impresiones en color real son muy posteriores. PZ aplicaba el sistema de impresión del fotocromo, inventado por el litógrafo Hans Jakob Schmid. Este consistía en usar hasta 10 piedras litográficas con las que, en sucesivas impresiones, lograban un coloreado de forma fotomecánica muy similar al real y de los más avanzados de su tiempo.
Hace unos días, por fin me hice con una de sus postales más curiosas y que no tenía en mi colección: 10611 Córdoba Paseo del Gran Capitán. En esta cartulina se aprecia en medio del bulevar una especie de portada de feria, algo extraño, ya que por entonces esta se encontraba en los llanos de la Victoria, en la avenida del mismo nombre, y aún no se estilaban estas estructuras. Pero ayer, tras escanear la postal, pude ampliar la imagen lo suficiente y gracias a la gran calidad de impresión de PZ, en este caso en una de sus postales en blanco y negro impresas por el sistema de fototipia, se puede leer con claridad:
“A su majestad Alfonso XIII. La Diputación Provincial”.
Por lo que la fotografía lo que muestra es el arco triunfal efímero construido en 1903 con motivo de la primera visita a la ciudad del joven rey Alfonso XIII. Un viaje del que hay varias imágenes del paso del monarca por la ciudad. Pero, al menos yo, no tenía constancia de fotografías que mostraran esta estructura tan característica de los agasajos a las visitas reales en el siglo XIX. El diseño utiliza un arco de herradura muy similar al de acceso a la capilla de Villaviciosa en la Mezquita Catedral. Y, a pesar su gran presencia, muy probablemente estaba construida en madera, siendo desmontada tras la marcha del rey. En la instantánea también se aprecian otros de los agasajos, como la instalación de una iluminación extraordinaria en el paseo cordobés, muy similar al del real de la feria, con la colocación de barrocas lamparas eléctricas.
Esta imagen sirve para fechar con más precisión la colección postal cordobesa de la editora suiza en el año 1903. La serie cuenta con 38 cartulinas, 22 en blanco y negro y 16 de ellas reeditadas en color. Esta colección tiene la peculiaridad de que solo en el caso de las postales monocromas aparece una identificación, aunque solo con las iniciales de la casa y el número de serie. Por su parte, en la serie en color solo aparece la numeración, que por cierto es diferente a la monocroma. Su fotógrafo, que desconocemos, consigue encuadres urbanos algo más originales que los de otros postalistas de su tiempo y los llena de vida con la presencia de transeúntes y distintos tipos cordobeses. De la colección sobresalen, además de esta fantástica toma, la vista de la Puerta del Puente desde la plaza del Triunfo que nos muestra como era originalmente antes de ser restaurada y convertirla en la actual puerta exenta o la vista de la bajada al Guadalquivir junto a la Calahorra con un piconero y sus animales de carga.
En definitiva, un auténtico lujo de fotografías de las que os incluyo una pequeña selección.
domingo, 6 de marzo de 2022
Postales Cordobesas, Imprenta y Papelería La Catalana
Calle Joaquín Costa, hoy Capitulares, hacia 1920. |
El mundo del coleccionismo postal abarca millones de fotografías de todo tipo de temáticas. Pero para los postalistas todas esas imágenes se dividen dos categorías básicas: postales de piedra y postales animadas. Una descripción muy obvia y comprensible. Las primeras muestran fotografías de monumentos, calles o lugares donde no hay presencia humana, mientras que en la segunda el elemento humano no solo está presente, sino que es fundamental.
La Mezquita Catedral y la monumentalidad de la ciudad de Córdoba hacen que una inmensa mayoría de las cartulinas cordobesas pertenezcan a la categoría de postales de piedra. No es que sean cartulinas con fotografías de baja calidad, todo lo contrario, incluso hoy día con cámaras digitales hacer buenas fotografías del interior de la Mezquita Catedral es técnicamente difícil, por eso existen tantas, porque los turistas no saben hacerlas. Sin embargo, estas postales visualmente son monótonas y para los coleccionistas de menor valor.
Imprenta y Papelería La Catalana en su ubicación de la calle Joaquín Costa hoy Capitulares. |
Por ello, la historia de la postal ilustrada en nuestra ciudad está dominada por este tipo de postales de piedra. Una deliciosa excepción son las colecciones de la editora cordobesa Imprenta y Papelería La Catalana. Esta postalera fue fundada por el empresario catalán Jaime Costas Asber (Barcelona 1858-¿?) en el año 1879. La Catalana se convirtió en pocos años en una de las imprentas de referencia de la ciudad junto a la del Diario de Córdoba. Con la llegada de la moda de la tarjeta postal a finales del siglo XIX, esta imprenta, que originalmente se llamaba como su propietario, Imprenta Jaime Costas, se convierte en una de las primeras editoras cordobesas de postales, junto a la de Antonio Morales (AMS), en comercializar sus propias postales.
Antes de continuar, me gustaría delimitar que la producción de postales depende de tres figuras profesionales que no siempre coinciden en la misma persona o empresa: el fotógrafo, el impresor y el editor. La primeras postales de Jaime son de una extraordinaria calidad de impresión y fueron estampadas por el proceso de fototipia por la casa berlinesa Manes & Co. Las fotografías fueron realizadas en 1885 por la popular casa parisina de Lucien Levy & Fills. Por lo que Costas en su primera serie postal solo era editor. Esta colección, encuadrada claramente en el grupo de postales de piedra, fue impresa en torno a 1902 y constaba solo de ocho cartulinas. Siete de ellas dedicadas a la Mezquita Catedral más una vista del skyline de la ciudad desde el entorno de la Calahorra. Una fantástica imagen que introduce un tipo cordobés observando el paraje y que la hace excepcional entre los miles de fotografías que desde esa zona se han captado a lo largo de los años.
El resto de las postales de la casa cordobesa ya son posteriores a 1905. Un dato que nos confirma su propia morfología con el dorso dividido. Una estructura que se modificó en este año y que es la aún vigente. La cara de las cartulinas pasan de compartir texto y fotografía a dedicar ese espacio solo a la imagen. Mientras que el dorso, en el que antes solo se escribía la dirección, ahora también incluye el mensaje. Otra información importante es que hasta 1905 todas las postales de esta editora aparecen bajo la firma de Imprenta de Jaime Costas y las posteriores bajo la titularidad de Imprenta y Papelería La Catalana. Un grupo de postales más numeroso y que podría estar entorno al centenar de imágenes.
La calle Nueva o Claudio Marcelo. |
La datación de estas postales es muy compleja, ya que no tenemos más referencias que las de las propias imágenes. La nomenclatura de algunas calles o la construcción de algunos elementos urbanos nos llevan a ubicarlas en la horquilla de entre finales de la década de 1910 y comienzos de la de 1930. Este periodo coincide con el cambio de propietario de la empresa en año 1921, cuando Jaime Costas traspasa su negocio a uno de sus trabajadores, Manuel Fernández Pozo (Torrecampo 1874-¿?), quien mantendrá la misma marca hasta el año 1935, última referencia que conocemos del comercio en la prensa cordobesa. La Catalana siempre estuvo ubicada en la calle Capitulares, por entonces Ayuntamiento y posteriormente Joaquín Costa 8. De ella, conocemos una preciosa fotografía realizada por Francisco Montilla, que nos muestra su fachada con los típicos y abigarrados escaparates de la época.
A nuestro juicio, este grupo de postales de La Catalana posterior a 1905 es única en el postalismo cordobés. El primer motivo es que sus colecciones, además de las indispensables cartulinas del templo mayor cordobés, despliegan una variedad iconográfica amplísima y recorren los rincones y calles menos habituales del repertorio postalista del siglo XX. Cartulinas como la del interior del mercado de abastos de la Corredera, las calles Capitulares o Claudio Marcelo; las avenidas de Los Tejares, Medina Azahara o El Brillante; la plazas de Colón o del Salvador, el paseo de la Victoria, los jardines del Duque de Rivas, la muralla del Marrubial o el arroyo Pedroches, entre otras. Un ramillete de espacios urbanos imposibles de hallar en ninguna otra colección postal de los años 20.
De igual valía es la calidad fotográfica de sus imágenes. En las postales no aparece la autoría del fotógrafo. Pero, por su estética uniforme, creemos que la inmensa mayoría fueron realizadas por un solo profesional. Estas poseen unas composiciones limpias y compactas. Su autor busca siempre líneas de fuga acusadas, para lo que coloca la cámara siempre en un punto elevado. Esto dota a sus fotografías de una gran profundidad y amplitud, incluso en el estrecho callejero del casco histórico. Pero quizás lo más importante es que el fotógrafo siempre incluye en sus encuadres la presencia de cordobeses por las calles. Personajes que las llenan de vida y cierto tipismo. Por último, pero no menos importante, la calidad de impresión de las mismas que eran realizadas por la prestigiosa casa barcelonesa Thomas.
Sin duda, esta colección de postales de La Catalana es de un inmenso valor, al tratarse de una de las editoras pioneras de la ciudad, por la calidad de sus postales, superiores a las de competidores tan reconocidos hoy como Garzón o Señán, por la calidad fotográfica y de impresión de sus imágenes, pero sobre todo por mostrarnos esa Córdoba alejada del casco histórico. Un documento lleno de vida donde los cordobeses se erigen en protagonistas de un tiempo para el recuerdo.