domingo, 21 de junio de 2020

Córdoba en color 1912

La Mezquita Catedral en un autocromo de Ameriza, circa 1917.
La Fuente del Olivo en un autocromo de Ameriza, circa 1917.

El Patio de los Naranjos en un autocromo de Ameriza, circa 1917.

Autocromo de Ameriza, circa 1917.


La Calahorra por Charles Jacquin.

Hoy hacer una fotografía en color nos parece tan natural como sacar de nuestro bolsillo el móvil y hacer una foto. La invención de la fotografía en color se remonta casi a los orígenes del medio, concretamente a 1869, cuando Charles Cros y Louis Ducos Du Haron descubren el proceso de tricomía por color sustractivo. Sin embargo, este sistema era tan extraordinariamente complejo, que técnicamente era inviable de aplicar a la fotografía comercial. Por ello, y durante más de un siglo, los fotógrafos que querían imágenes en color recurrieron al iluminado o coloreado manual de sus fotografías. Con la aparición a comienzos del siglo XX de las películas pancromáticas, sensibles a todo el espectro lumínico, en 1907, los hermanos Auguste y Louis Lumiere inventan la primera película comercial en color de la historia, el autocromo. 

No obstante, el proceso no era sencillo y solo se obtenía un positivo único sobre cristal del que, además, no se podían obtener copias. La estructura de estas placas estaba compuesta por un negativo de vidrio en blanco y negro pancromático, emulsionado al gelatino bromuro. Sobre este se colocaba un filtro de vidrio compuesto por pequeños granos de fécula de patata coloreados de naranja, verde y morado. Este "sándwich", tras ser expuesto en la cámara, era separado para revelarlo convencionalmente y obtener por contacto un positivo de idénticas dimensiones en blanco y negro y al que, de nuevo, se le adjuntaba su filtro, con el que se obtenía la fotografía en color. Además de su complejidad de procesado, el autocromo tenía el inconveniente de su baja sensibilidad que imponía elevados tiempos de exposición en la cámara. Todo ello hizo del autocromo una emulsión de uso muy limitado, aunque la película fue acogida con gran entusiasmo por los fotógrafos aficionados, especialmente entre los pictorialistas. Los formatos más comunes del autocromo son las estereoscópicas tipo Richard y las placas convencionales de 9x12 cm.




Autocromos cordobeses de Charles Jacquin.

En Córdoba, tenemos noticias de que, en 1908, ya trabajaban con autocromos los fotógrafos Francisco Montilla y Agustín Fragero. Este último obtuvo con sus fotografías en color un importante reconocimiento internacional con la medalla al mérito en la Exposición Internacional de Londres de 1914. Pero hoy, estas placas de cristal son bastante difíciles de encontrar. En 2007, además del trabajo de Montilla y Fragero, di a conocer el trabajo del francés Gervais de Courtellemont (Avon 1863-Seine et Marne 1931). Un precioso reportaje de la ciudad que, en 1924, se publicó en la prestigiosa revista National Geographic. En 2011, apareció el trabajo del reportero galo Auguste Leon (1857-1942), quien fotografió la ciudad con las placas autocromas en 1914 para el proyecto Archivos del Planeta del megalómano banquero estadounidense Albert Khan. Hace tres años me hice con los primeros especímenes cordobeses de esta técnica para mi colección, realizados por un fotógrafo aficionado del que no he podido saber más que su apellido, Ameriza y que por el estado de la fachada de poniente de la Mezquita Catedral podemos fechar como anteriores a 1917. Son tres tomas del templo cordobés entre la que destaca una típica vista de la Fuente del Olivo. Esta es muy rara, porque en los autocromos de exteriores, al igual que los daguerrotipos, son poco comunes la presencia de personas por los elevados tiempos de exposición que requerían. Y la cuarta placa muestra un paisaje serrano que aún no he podido identificar.

Pero, hace unos días, este catálogo cordobés en color se ha incrementado, cuando encontré en la página de Facebook Historia de Córdoba en imágenes el hallazgo de RafaHell Expósito Ruiz en el Portal de las bibliotecas de París con un nuevo grupo de autocromos cordobeses de Charles Jacquin fechados entre 1910 y 1920. Pocos son los datos existentes en la red de este fotógrafo. Por las fotografías que hemos podido localizar, sin duda, se trata de un autor aficionado muy relacionado con el primer movimiento fotográfico artístico de la historia, el pictorialismo. Aunque su obra está más ligada a la segunda etapa de esta corriente, el pictoricismo. Este movimiento reivindicaba la fotografía como un medio artístico de igual rango que la pintura. Para conseguirlo, los pictorialistas imitaban las temáticas y la estética del dibujo y la pintura. En el caso de Jacquin con el uso de procesos pigmentarios en blanco y negro como el carbón y el bromoleo, con los que consigue un acabado granulado y difuminado similar al de un dibujo al carboncillo. Además, Charles perteneció al prestigioso Photo-Club de París. Una asociación de fotógrafos aficionados que abanderó el movimiento pictorialista en Europa y organizó la internacional Première Exposition D´art Photographique de 1894, en la que participó Charles y en la que solo se admitieron obras de un “verdadero carácter artístico”.


Vista de París en una copia al carbón de Charles Jacquin.

Jacquin debió de ser también un trotamundos, ya que, en 1912, viaja a Egipto, donde fotografía en color con la técnica del autocromo. Placa que también trabaja en su extenso viaje por España, donde retrata las ciudades de Barcelona, Zaragoza, Burgos, Segovia, Toledo, Granada, Sevilla, Málaga y Córdoba. Un reportaje de 67 autocromos que conserva la Biblioteca Histórica de la Villa de París.

Los 7 autocromos cordobeses muestran las imágenes típicas del casco histórico. Dos vistas del panorama de urbano de la ciudad desde el entorno de la Calahorra. En una de ellas se puede apreciar la finalización de la obra del murallón hasta el Puente Romano que se finalizó en 1905 y se intuye la restauración del Puente Romano de 1909. Una toma del molino de la Albolafia desde el puente en la que se puede apreciar como las obras del murallón han llegado a la almazara cordobesa y que pudieron finalizar en torno a 1915. Y,  por último, cuatro tomas de la Mezquita Catedral que incluyen la calle Cardenal Herrero, el Patio de los Naranjos y dos interiores del bosque de columnas de la Mezquita. Las fotografías nos develan una mirada a la ciudad anodina y mil veces repetida por tantos fotógrafos. En estos autocromos Jacquin se revela técnicamente solo como un autor correcto, aunque con graves errores de composición en varias de sus tomas, que nos ofrece vistas torcidas o mal encuadradas. Sin duda, el gran valor de su trabajo cordobés se encuentra en lo temprano de su trabajo dentro del género fotográfico en color en la ciudad de Córdoba. Este lo podríamos fechar entre 1910 y 1915, por lo que se encontraría entre las fotografía en color conocidas más antiguas de la ciudad.

No obstante, la fotografía en color no será comercial hasta la llegada de la década de 1960 y realmente popular en la década de 1980, cuando se implantan los primeros minilabs, pequeños autómatas que revelaban los rollos en color a precios a asequibles y en solo 24 horas. Un periodo al que próximamente dedicaré algunas entradas en el blog.



Autocromos cordobeses de Charles Jacquin.

domingo, 14 de junio de 2020

Icono pop cordobés

Dora la cordobesita retratada por Compañy para el semanario Mundo Gráfico.

Durante el siglo XX, la cultura popular, especialmente la norteamericana, construyó todo un panteón de nuevos dioses. Personajes casi siempre relacionados con las artes escénicas y el mundo del espectáculo, cuyo éxito profesional o su atractivo personal los convirtió en ídolos para el pueblo llano, convirtiéndose su imagen en modernos iconos de la sociedad de masas. Aunque el fenómeno es mucho más antiguo, su concepción moderna esta ligada a la aparición de la fotografía, que construye una imagen pública de la persona para su difusión, aunque en la mayoría esta pose sea ficticia. 

Ya en el siglo XIX, los primeros retratistas crearon catálogos de los personajes más célebres del momento. En España, uno de estos pioneros fue el francés Jean Laurent, en cuyo archivo comercial convivían retratos de la reina Isabel II, con el de generales o ministros, pero también con pintores, escritores, artistas de circo o toreros. Los fotógrafos fabricaban con sus cámaras una instantánea que, si tenía éxito, se fijaba como un símbolo en el imaginario popular. Una imagen que en algunos casos era de tal impacto que llegaba a suplantar y sustituir la imagen real de la persona. El fenómeno se afianzará con el nacimiento de las primeras revistas gráficas de comienzos del siglo XX. Estas publicaciones llevaban a sus portadas los retratos de las celebridades más populares del momento.

En Córdoba, sin duda, los primeros iconos de la cultura popular fueron los toreros. Los retratos y postales de Lagartijo, El Guerra o Machaquito eran venerados por toda la ciudad por sus seguidores. Pero, más allá de los califas del toreo, la ciudad tuvo otros referentes de impacto nacional entre las masas: el pintor Julio Romero de Torres o, en menor medida, los políticos Niceto Alcalá Zamora y Alejandro Lerroux. Sin embargo, son escasos los iconos femeninos cordobeses reconocidos en el ámbito español. El más célebre, incluso hoy día, sea el de la joven Teresa López modelo del lienzo La Chiquita Piconera de Romero de Torres. De igual impacto en su tiempo, pero que hoy es una gran desconocida para el gran público es la cantante Dora la cordobesita. 

También conocida como La Niña por su precocidad en el arte de la canción y el baile, fue una de las grandes figuras españolas de la canción en el periodo 1914 y 1927. Dora, además de ser también modelo de Julio Romero, protagonizó bellísimas portadas y postales, realizadas por algunos de los mejores fotógrafos españoles de su tiempo como Compañy, Calvache o los cordobeses Torres y Linares. No obstante, su pronta retirada de los escenarios tras casarse con el diestro Chicuelo, así como el inexorable paso del tiempo hacen de ella hoy una gran desconocida en Córdoba de la que solo nos quedan algunas de sus fotografías.