La Córdoba de los 50 en el objetivo de Nicolas Muller
Como cada dos años, la Bienal Internacional de Fotografía de Córdoba inunda la ciudad de imágenes de todos los géneros, épocas y autores de distintos países. Un auténtico lujo que Córdoba disfruta desde hace 40 años. Un festival diverso y plural que entre lo más destacado de esta edición ha programado la exposición de uno de los grandes de la fotografía europea del siglo XX, el húngaro Nicolás Muller. Uno de los miembros de esa extraordinaria diáspora de autores de su país como Brassai, Eva Besnyo, Robert y Cornell Capa, André Kertész o Laszlo Moholy-Nagy, que se vio obligada a abandonarlo en la década de 1930 por el auge del Nazismo. Una persecución que, por su condición de judío, llevo a Muller a recorrer Francia, Portugal y Marruecos, hasta que en el año 1947 se instala en España, en el que acabará siendo su país de adopción. Su fotografía, como la toda su generación, esta marcada por las principales corrientes artísticas de las vanguardias históricas, especialmente por la Nueva objetividad alemana y en menor medida por el Constructivismo ruso. Influencias que afloran en su obra claramente documental en la que retrata la vida cotidiana de las personas de las distintas tierras por las que viajó. En España, su trabajo consigue inmediatamente un importante reconocimiento, especialmente en el campo de la fotografía editorial, donde sus imágenes aparecen en diversos libros junto a escritores de la talla de Azorín, Fernando Quiñones o Julio Caro Baroja, entre otros.
En esta exposición, la Bienal muestra una amplísima representación de su trabajo en blanco y negro que se divide en tres espacios, uno dedicado a sus grandes obras maestras captadas por toda Europa, otro protagonizado por los reportajes que realizó en el Norte de España y por último un pequeña selección de las fotografías que realizó de Córdoba durante sus primeros viajes a la ciudad en la década de 1950. La exposición es un auténtico festín para los amantes de la fotografía clásica, donde la mirada objetiva de Muller nos muestra una sociedad española en pleno cambio. Son imágenes en las que se alternan las costumbres tradicionales y los aires de cambio de las grandes ciudades que propicia el aperturismo de la dictadura del general Franco. El uso de objetivos de focal estándar, un 80mm en su cámara de 6x6, le obliga a mantener cierta distancia con la escena y las personas, no violentando la toma y retratando la vida cotidiana de las gentes con toda la naturalidad de un observador que no portara una cámara fotográfica. Una visión muy realista, pero también dotada de una extraordinaria ternura y humanidad. En el aspecto técnico, su trabajo es incomparable, estamos ante un profesional extraordinariamente dotado tanto para la composición de las imágenes como para la exposición y el revelado de sus negativos, que hoy dejan en ridículo a la mayoría de las cámaras digitales del mercado, incapaces de captar la definición, el detalle o rango tonal que Nicolás consigue en sus clichés químicos de formato medio.
Quizás, las imágenes más modestas de la muestra sean su reportaje cordobés, enmarcado dentro de sus encargos editoriales y en los que, al igual que tantos fotógrafos, su cámara sucumbe ante la monumentalidad de la ciudad y de la Mezquita Catedral. Solo en algunas tomas del entorno de la plaza y la Posada del Potro, Nicolás capta la auténtica esencia de Córdoba. Instantáneas donde la luz y los personajes nos acercan a la vida cotidiana de esa ciudad real que intenta convivir entre su aplastante legado histórico.
Comentarios
Publicar un comentario