Ya es 2019 en Blade Runner.
Ayer, después de muchos años, volvía a ver una película mítica para mi generación: Blade Runner. Y, sorprendentemente, comprobé que ese futuro, el de la película, ya ha llegado. Ya estamos en 2019. No voy a intentar analizar esta película de culto de la que tanto se ha escrito. Solo quiero homenajearla, porque esta película ha sido mi compañera de viaje desde que, allá por 1983 con apenas 15 años, la vi por primera vez en el viejo y gigantesco cine Lucano. Simplemente, sus imágenes y su música han formado parte de mi vida.
En una época en la que no existía Amazon, me costó varios años conseguir la banda sonora original de Vangelis, por supuesto en vinilo, o el libro de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, en el que está basado la película. En 1992, cuando el AVE aún no funcionaba, viaje a Madrid solo para ver en los cines Renoir la nueva versión en la que Scott eliminaba la voz en off de Harrison Ford e incluía una escena de un unicornio. E iluso de mi, en 2017, me atreví con la segunda parte.
Pero quizás, lo mejor de todo es que Blade Runner me recuerda a algunos de mis mejores amigos: Pepe, Jose Carlos o Tony, quienes podíamos tirarnos horas hablando de los personajes, de la dirección de Ridley Scott o del célebre monólogo de Roy Batty:
Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.
Pero ayer, aunque ni yo ni Harrison Ford somos tan jóvenes, comprobé lo bien que ha envejecido. Aunque algunos de sus vaticinios, sobre todo los tecnológicos, aún no tenemos coches voladores, no se han cumplido. Sin embargo, en muchísimos otros, la película fue una visionaria y adelantó algunos de los grandes temas de nuestro tiempo, como la superpoblación en las grandes ciudades, la diversidad étnica y sobre todo los problemas éticos y morales de la tecnología aplicada a la vida.
Además de por todo esto, ayer fue especialmente emocionante para mi volverla a ver, porque la vi con mi hijo Julio. Por ello, ahora si puedo afirmar que pase lo que pase, todos esos momentos que he vivido con esta película, nunca se perderán como lágrimas en la lluvia.
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