Ramon Dimas y la Córdoba de 1957


Sacerdotes en el Patio de los Naranjos


Se acabaron. Este año ya he quemado las vacaciones. Ha sido un mes de julio muy completo, con tiempo para todo. Entre otras cosas volver a la preciosa Barcelona y disfrutar de sus museos y de grandes exposiciones de fotografía, como la increíble antológica de Edward Weston en la fundación Mapfre, donde además rescataban el trabajo de un fotoperiodista barcelonés poco conocido como Joan Andreu Puig Farran. Ya me gustaría a mí que nuestro Centro Andaluz de la Fotografia, con sus treinta años de vida, hiciera igual. Un gran maestro de la fotografía universal y en la sala de al lado un fotógrafo andaluz. Pero eso es una batalla que ya he dado por perdida. Ni los de antes, ni los de ahora se han preocupado por una institución que hace aguas desde su misma fundación.
 
Y es que los catalanes lo tienen claro con su gente y, a los buenos, siempre los han valorado, dándolos a conocer al mundo. Aunque este no sea el caso del fotógrafo que hoy os traigo: el tarraconense Ramon Dimas Montserrat (Puente de Armentera 1919-Santes Creus 1965).  En la actualidad, Dimas es un profesional más recordado por su faceta de fotoperiodista deportivo que por sus impresionantes reportajes para la editorial barcelonesa Destino. Esta lanzó una serie de guías de viajes en la década de 1950 de diversa regiones españolas: Andalucía, Valencia, Galicia, País Vasco, Cataluña o Canarias orientales

Un encargo que trajo a Dimas en 1957 a Córdoba para ilustrar los textos de José María Pemán. Su reportaje en la provincia es espléndido al conjugar a la perfección la fotografía humanista con la arquitectónica. En sus instantáneas, de una extraordinaria potencia, aporta una visión inédita de la ciudad monumental. En ellas, Dimas da un gran protagonismo a las tomas de detalles, en las que un elemento menor es capaz de mostrar toda la esencia de Córdoba: un primer plano de una columna, el nombre de una calle, una farola o una palma. Además, dirige su objetivo a espacios poco fotografiados por entonces en la iconografía de la ciudad, como Medina Azahara, Caballerizas Reales o la calleja de los Infantes de Lara. Pero Ramón también se sale del casco histórico para fotografiar en las cercanías las labores agrícolas o realizar espectaculares tomas de Almodovar, Montoro, Lucena, Priego o Cabra. Sin embargo, para mí, uno de sus grandes valores es como es capaz de sacar partido a la durísima luz del verano cordobés y crear unos volúmenes en sus fotografías casi escultóricos.

Os dejo una selección de su trabajo, a ver si coincidís, y buen verano.



































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