El último recuerdo, fotografía de difuntos.


Retrato post mortem de un bebé del estudio cordobés de Joaquín Oses.

En una sociedad como la nuestra, donde reina la imagen y esta enaltece por encima de otras cualidades la juventud y la belleza y la población es cada vez más ñoña por la tiranía de lo políticamente correcto, mostraros las imágenes que hoy os traigo, no le gustará a muchas personas. De hecho, esta entrada del blog me la ha inspirado un comentario de un ofendido en una red social porque se había publicado uno de estos retratos. Aunque también, me ha animado la reciente publicación de un increíble libro con la colección del actor Carlos Areces, aficionado a estas fotografías.

Lo cierto es que, el retrato de fallecidos o fotografía post mortem es una especialidad fotográfica que durante más de un siglo permitió a las familias conservar un último recuerdo del ser querido. Quizás, esta sea una de las principales funciones de la fotografía, la de memoria inalterable de nuestro tiempo. Hoy, la sensibilidad de la mayoría se estremece ante una mirada a estas imágenes. Pero, hubo un tiempo en que una persona con suerte tenía uno o dos retratos en toda su vida. Y las clases populares y los habitantes de aisladas o pequeñas localidades ni eso. Por ello, desde el mismo nacimiento de la fotografía, los primeros daguerrotipistas ofrecieron este servicio como una forma de retener la imagen de los finados en la memoria de los vivos.



Anuncio de José Saló en Diario de Córdoba.

En Córdoba, conocemos un antecedente temprano, cuando el pintor y retratista José Saló (Mataró 1810-Córdoba 1877) ofertabaya en 1854, estos retratos en la prensa local. La práctica de esta disciplina no debió de ser nada fácil entre estos pioneros, ya que tenían que trasladar al fallecido al estudio. El fotógrafo utilizaba todo tipo de recursos para conseguir un retrato lo más natural posible, aplicando maquillaje para retornar el color de los labios y las mejillas o vaselina para el brillo de los ojos. Aunque, lo más habitual era simular que la persona estaba dormida. Una toma muy extendida en el caso de los niños que, debido a las altísimas tasas de mortalidad, eran la franja de edad más fotografiada. No obstante, en muchos casos, la familia se retrataba al completo con el pequeño en brazos o recreaba pequeños altares llenos de flores. 

Entre los retratistas cordobeses de los que hemos localizado algunos ejemplares se encuentran Antonio de la Guerra y Nieto (Sevilla 1818-¿?), Romualdo De Castro (Córdoba 1838-1911), Joaquín Oses y Cruz (Málaga 1842 -1893) y en Villanueva de Córdoba Alfonso Redondo, este ya a principios del siglo XX. Es un momento en que la democratización del retrato fotográfico, por la bajada de los precios, comienza a reducir la demanda de las fotografías post mortem. Sin embargo, con el nuevo siglo esta práctica mantendrá su vigencia en el caso de personajes ilustres que son fotografiados en sus capillas ardientes. En estas ocasiones la fotografía es testimonio visual de la partida de una figura popular. En nuestra ciudad, conocemos el retrato de Lagartijo por Antonio Palomares (Granada 1867-Córdoba 1900), el de Julio Romero de Torres realizado por el fotoperiodista Santos (Badajoz 1893-Córdoba¿1955?) o la fotografía a la capilla ardiente de Manolete captada por Antonio Linares (Puente Genil 1897- Córdoba1969)

En el primer tercio del siglo XX, la incipiente prensa gráfica no siente ningún pudor en publicar en sus páginas los retratos de los fallecidos en todo tipo de sucesos, algunos incluso en el mismo depósito de cadáveres. Una tendencia que refleja el diario gráfico cordobés La Voz, pero también los grandes rotativos madrileños en el caso de los magnicidios de políticos como el líder de la CEDA José Calvo Sotelo que es fotografiado por el reportero madrileño Alfonsito.

Según avance el siglo, estas fotografías se convertirán en una rareza que nuestra generación solo conoce por la gran película de Alejandro Amenabar, Los Otros, donde el personaje de Nicole Kidman encuentra un álbum con este tipo de retratos y para el que el propio director posó junto a varios actores. Hoy, la tecnología y la sociedad han desterrado esta práctica y, al menos yo, solo tengo un referente cercano, cuando la prestigiosa fotógrafa Annie Leibovitz fotografió a su compañera la escritora Sunsan Sontag cuando falleció. Una práctica del pasado que no deberíamos olvidar.


Familia con un bebé fallecido por Antonio de la Guerra 



Retrato de un sacerdote por Romualdo Castro.



Retrato de un anciano fallecido por Romualdo Castro.



Retrato de una niña en Montilla.



Retrato de un bebé realizado por Alfonso Redondo.



Capilla ardiente de Lagartijo, foto Palomares.



Julio Romero de Torres de cuerpo presente fotografiado por Santos.


Manolete fotografiado por Antonio Linares.



Fotografía de sucesos tomada por Torres para el rotativo cordobés La Voz.





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